Proyecto radiofónico de Grupo Volumen II para la promoción de la lectura y la difusión de la literatura local, nacional y extranjera. /// Se transmite en "vivo" todos los miércoles a las 9:00 p.m. a través de FUSION 102.5 fm y en www.fusion.imer.gob.mx /// El podcast: letras-al-aire.podomatic.com



jueves, marzo 23, 2006

ESPERARÉ

Un moka, por favor.

Te espero.
No estás.

Te espero en medio de una cafetería, frente a una taza llena, cálida de un moka que parece un buen complemento a mi espera. Desde hace unos cuántos minutos la taza humea un aroma dulce-amargo, suave-nostalgia, que abrazaba la mesa.

Te espero
No estás.

Recuero ahora, en algún lugar debo haberlo leído, que quién espera, paulatinamente es presa de una creciente ansiedad que minando su certeza le llega a sembrar la duda ¿Nos hemos citado hoy?, ¿fue aquí?, ¿a esta hora? El extremo de la ansiedad, la duda llegaría a cuestionar la misma existencia de la persona esperada ¿en realidad ella existe?, ¿no seré como aquel personaje del cuento Chino y no soy sino un hombre que soñó que invitaba un café a una mujer?. No, no es mi caso, sé que existes – te conocí, te llamé- , nos hemos citado, es decir, te cité en esta cafetería - era hoy, ¿por que era hoy?, ¿no?

Te espero.

Miro alrededor. Algunas mesas ocupadas. En una cercana, algunos amigos conversan “-¿vieron la película de anoche?, -yo la vi y me encantó, -¿en serio?, a mi me pareció bastante predecible” (¿de qué película hablarán?, anoche yo no vi la tele) . Mas allá hay una pareja, ella se mira contenta, bueno, los dos, y aquél que está solo con su libro, ¿que estará leyendo?. Miro hacia el umbral de la cafetería, alguien acaba de entrar. No eres tú, mi moka mantiene su sabor amargo, como aquella bebida de chocolate que yo tomaba cuando niño que venía en botella y que mi abuela me compraba en la tienda que estaba a la vuelta de la calle donde vivía ¿cómo se llamaba? Me acuerdo que la botellita tenía dibujado un soldadito. Mi moka enfría, enfría y enfría.

Miro la hora.
¿Habrás olvidado venir? Quizá debí confirmar la cita por la mañana. ¡Como no te llamé! Bueno, igual ya vienes en camino. Sí, fue aquí. De eso puedo estar seguro.

Mi ansiedad crece. Este moka ya parece frappe. Espero que este enfriamiento no sea un símbolo, una suerte de presagio, un vaticinio. Si leyera los asientos de este café, ¿que me dirían de ti? ¿hablarían de la mujer que eres, que has sido, de la que serás? ¿me dirían al menos, si ya vienes en camino? Pero si los moka no dejan asientos. La cuestión es que tengo varias cosas que decirte y quisiera tenerte frente a mí ahora mismo. Quisiera decirte que la última vez que te vi –que de hecho fue también la primera vez que te vi-, que lo que platicamos, que algo en tus ojos, que tu voz, que después de despedirnos, que en el carro, camino a casa, me fui pensando, sintiendo, que algo en mi piel, que esa la sentí como la primera, tu primera ausencia y mi primera nostalgia. Que solo resistí tres días la tentación de hablarte (y de escucharte) y que entonces te llamé. Que me emoción escucharte nuevamente y que con todo el nervio te invité y que me quedé con una mezcla de gusto y alivio al saber que aceptabas y que aquí estoy, al final de esa historia, esperándote en esta cafetería viendo pasar lo mismo tiempo que gente, frente a un moka polar.

Te espero.
No estás.

Y mientras te espero, te recuerdo. Es curioso, recuerdo menos tus palabras, que tu voz. Es una sensación de cierta inasibilidad. Sé que cuando te conocí hablaste algo de ti, un poco de tus gustos y disgustos, tu trabajo, algo mas sobre la música y el cine. Algo recuerdo. Pero es mas cierta la sensación de tu voz tocando mi rostro, acomodándose entre mis manos. Casi podía acariciar las palabras que salían de tu boca. Recuerdo tus manos inquietas, tiernas; tu mirada. Me encantaron tus ojos, pero tu mirada. Te imagino, te reconstruyo a partir de lo poco que se de ti. (En una de estas es más lo que te invento que lo que te recuerdo). Es verdad, casi no se de ti, no tengo nada tuyo. Pero a la larga, es tan poco lo que se sabe de la gente, y por otro lado, jamás tendré nada tuyo, como uno nunca llega a tener nada de nadie. La pertenencia es una ilusión óptica, una distorsión del paisaje. Creemos, erróneamente, que lo cercano, lo familiar termina por pertenecernos. Acaso solo poseemos, breve, casi fugazmente, lo que alguien nos entrega como un acto de gentileza, de generosidad o de amor. Y mientras te recuerdo o te imagino, o te invento, te busco en mi pasado y en mi futuro, como Oliveira busca a la maga en las calles de Paris cada vez que alguien lee Rayuela. Solo espero tener mejor suerte que él.

Acorralo en mi memoria la imagen de tu rostro en medio de aquella noche, cuando me despedí de ti. Ahora mismo , como esa misma noche, intento recuperar(te), sentir(te), pensar(te), vivir(te).

Te espero.
No estás.

Tomo la taza y bebo los cubos restantes del moka polar. Miro la hora, es casi un hecho que no vendrás. Por primera vez pasa por mi mente la posibilidad de irme. Miro hacia la calle. Nada.

Entristezco leve, pero notoriamente.

Pero… quizá algún contratiempo a la salida de tu trabajo, una llamada de último minuto –esto pasa cada rato, siempre hay una llamada tan inesperada como inoportuna cuando tienes prisa por salir de la oficina , ah por que si no tienes nada que hacer , nadie llama-, en fin, hay que confiar; algo me dice que has de estar a punto de llegar. Si me voy, seguro que mañana me dirás “ llegué y te acababas de ir”, y yo me voy a arrepentir de no haber soportado el peso de la espera.

¿Dónde estás?, ¿cuál será el sabor de tus labios?, ¿qué encontraré en tus ojos cuando te mire otra vez?, ¿tu mirada, me reconocerá?.

Confiar, hay que confiar.

Miro el fondo de la taza, lo dicho, el moka no deja asientos, pero… mira, esa gotita se mueve y se acerca a... lo dicho, vienes en camino. Frente a pruebas tan científicas como contundentes, me decido. Otro moka, por favor.

Te espero.
No estás.

Te espero.
Apareces.

Una calma y un alivio, que reconozco, me inundan (fugazmente recuerdo el momento en que aceptaste la invitación). Siento la sonrisa en mi rostro, mis manos ya saben la noticia.

Lo sabía, hice bien en esperarte.

Miro tu cabello, tu rostro. Te acercas. Llegas. Una mano tuya toma la mía que sale a darte la bienvenida. Algo dices del trabajo y la distancia (en realidad, no pongo mucha atención a lo que dices) el caso es tu voz sobre mi piel, tus palabras acomodándose entre mis manos, tu mirada – me doy cuenta- que me reconoce, yo te sonrío mientras te sientas a mi lado. Entonces me preguntas si no me has hecho esperar(te) demasiado, y yo, nada mujer, cualquier cosa, mira que acabo de pedir un moka, que todavía no me traen


adolfomoralesmoncada

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