Estás aquí, recostada a mi lado. Miras el cielo razo mientras piensas… mira si algún día vaya yo a saber lo que piensas cuando miras a lo lejos por la ventana del auto y luego sonríes, o como ahora, cuando parece que buscas algo en el cielo que sabes un poco más allá. En fin, te miro y sé que te amo y mientras tú con tus ojos allá en el cielo, yo elaboro una nueva serie de mis recurrentes preguntas. ¿Cómo amarte?, ¿de cuántas formas me enamoro de tí ?, ¿Cuántos rostros tiene mi amor?
Amarte, mortalmente con toda mi terrenalidad desatada, amarte con boca, dedos, cabellos, caricias, con tu cuerpo sacudido, arqueado y tembloroso de dolorido amor en medio de mis brazos.
Amarte húmedamente, bajo un aguacero de silencios, dejando que mi piel, gotee, escurra e inunde el recipiente que ahora eres. Seguirte amando cuando escampa, con tu cabello del que escurren lágrimas que bebo hasta que nuestra felicidad nos ha empapado.
Amarte textualmente, escribiendo trazos, signos, palabras, poemas, historias que lleven tu nombre, tu rostro, tu aroma, tu color, tu textura, por que amarte es buscarte –y quizá encontrarte– en la tinta que letra a letra, se convierte en tu imagen, en tu memoria, en una metáfora de ti.
Amarte inconcientemente… sin preguntarnos cuantas llevamos, o cuantas nos faltan, sin contar estrellas, ni verificar los ruidos de la ciudad que nos rodea y finalmente desaparece, sin mirar las sombras que nos acechan, sin intentar develar el misterio del tiempo que pasa entre nosotros.
Amarte compartídamente e insólitamente contar contigo, enredándome en tu cabello mientras te recuestas en mi mirada, bebiéndome tus noches mientras te entierras en mi piel, susurrando bajito, muy bajito tu nombe mientras descuidadamente me miras entre tus silencios.
Amarte abrazando con todo lo que el cuerpo es, todo lo que el cuerpo no es. Por que hay veces, cuando te abrazo, que descubro que diez dedos, dos manos, dos brazos no bastan. Desesperado te sitio con brazos, besos, piernas, pero mi cuerpo entero no alcanza. Una claridad me ilumina, lo que amo, el lugar donde me quiero depositar está allá, en lo inasible.
Amarte, mortalmente con toda mi terrenalidad desatada, amarte con boca, dedos, cabellos, caricias, con tu cuerpo sacudido, arqueado y tembloroso de dolorido amor en medio de mis brazos.
Amarte húmedamente, bajo un aguacero de silencios, dejando que mi piel, gotee, escurra e inunde el recipiente que ahora eres. Seguirte amando cuando escampa, con tu cabello del que escurren lágrimas que bebo hasta que nuestra felicidad nos ha empapado.
Amarte textualmente, escribiendo trazos, signos, palabras, poemas, historias que lleven tu nombre, tu rostro, tu aroma, tu color, tu textura, por que amarte es buscarte –y quizá encontrarte– en la tinta que letra a letra, se convierte en tu imagen, en tu memoria, en una metáfora de ti.
Amarte inconcientemente… sin preguntarnos cuantas llevamos, o cuantas nos faltan, sin contar estrellas, ni verificar los ruidos de la ciudad que nos rodea y finalmente desaparece, sin mirar las sombras que nos acechan, sin intentar develar el misterio del tiempo que pasa entre nosotros.
Amarte compartídamente e insólitamente contar contigo, enredándome en tu cabello mientras te recuestas en mi mirada, bebiéndome tus noches mientras te entierras en mi piel, susurrando bajito, muy bajito tu nombe mientras descuidadamente me miras entre tus silencios.
Amarte abrazando con todo lo que el cuerpo es, todo lo que el cuerpo no es. Por que hay veces, cuando te abrazo, que descubro que diez dedos, dos manos, dos brazos no bastan. Desesperado te sitio con brazos, besos, piernas, pero mi cuerpo entero no alcanza. Una claridad me ilumina, lo que amo, el lugar donde me quiero depositar está allá, en lo inasible.
Me doy cuenta, entonces de que con mi cuerpo abrazo, lo que mi cuerpo no puede abrazar.
adolfomoralesmoncada
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